miércoles, 12 de marzo de 2014

Este invierno se me ha ido la mano




troncos de pino después de la poda
En efecto, por alguna razón digna de ser psicoanalizada me ha dado por podar a lo bruto algunos árboles y arbustos, más concretamente el pino de doble tronco, los enebros y el laurel, y en menor medida los lentiscos y el madroño. Otros todavía han corrido peor suerte: los he cortado directamente. Sé que suena mal, pero a veces hay que tomar decisiones drásticas en el jardín y el huerto, pues todo él se comporta como lo que es, algo vivo y cambiante que debe ser intervenido si no queremos que se nos vaya de madre. O simplemente porque queremos cambios o despejar lo excesivamente abigarrado.



Troncos desnudos de enebro (juniperus oxycedrus)
Cuando uno diseña un jardín se tiende a plantar más de la cuenta. Al principio todo es muy bonito y hay espacio por doquier, pero después los volúmenes se tocan y sencillamente algunos sobran o estorban. Entonces es la hora del serrucho, la tijera y el motosierro. 
Normalmente no me gusta intervenir, y de hecho en algunos árboles no lo he hecho nunca, pero esta temporada he visto necesario alguna limpieza, así que corté al ras un arce negundo bastante canijo y un nogal
Laurel después de la poda
que nunca podría prosperar a un metro del seto de cipreses. Descansen en paz.

La limpia de ramas que le hice al pino fue sencillamente descomunal; ahora he ganado unas vistas estupendas al sur, y espero que entre el sol a un lugar que no lo veía desde hace años.
Lo malo de todo esto es que luego hay que recoger las ramas, trocearlas, etc. Pero aquí se aprovecha todo, todo se guarda, todo se apila y todos los despojos acaban quemándose en la chimenea o en la barbacoa o en el horno. Y las hojas secas al compost o como acolchado.

Enebros 

No hay comentarios:

Publicar un comentario