martes, 29 de octubre de 2013

Tiempo de granadas y membrillos

Frutos humildes y algo toscos, pero de una belleza única y salvaje, tanto los membrillos como las granadas lucen espectaculares desde mediados de octubre en los ribazos y linderos de nuestros huertos, como si no merecieran un trozo de tierra mejor. Pero les da igual, porque sin cuidados de ningún tipo prosperan a pesar de todo y casi de forma milagrosa.
 No puedo evitar acordarme de Antonio López en "El Sol del Membrillo", sabiendo que la película hubiera sido igual de buena si se hubiera titulado "El Sol del Granado". No me imagino la huerta mediterránea sin estos arbustos o arbolillos de porte desmallado ( Cydonia oblonga, Punica granatum ) que dejan colgar sus frutos durante tanto tiempo para deleite de la vista, el gusto, el tacto y el olfato.
Olé por ellos.

sábado, 19 de octubre de 2013

Día de horno y pan



Muy de vez en cuando dedicamos un día completo al ceremonial del horno de leña.
  El horno lo construí hace unos años con ladrillos refractarios de segunda mano y otros materiales como barro, arlita, perlita y cemento;  no es muy grande , pero suficiente para hacer varios panes o meter unas tres bandejas con carne o verduras.  El inconveniente mayor es la dificultad para controlar la temperatura, dado que no dispone de termómetro, aunque últimamente le vamos cogiendo el punto y ya no metemos la pata como al principio, cuando una vez sí y otra también calcinábamos todo lo que metíamos por exceso de calor; vamos, que lo poníamos al punto de hacer cerámica, cuando lo que queríamos es hacer comida. Una vez metimos unas paletillas de cordero bien aderezadas y salieron cuatro trozos de hulla o antracita, o sea, carbón del bueno. Y al cochinillo se le cayeron las orejas nada más tocarlas porque se habían convertido, en tan sólo cinco minutos,  en dos ejemplos de materia primordial próxima a la nada.
Sin embargo esta vez las cosas han salido bien. A las 9,45 encendido del horno con leña fina de restos de poda, bien seca, y madera de palet.  A las 10 mi mujer, mis hijos y mis sobrinas Carla, Martina y Laia amasaban harina de fuerza con levadura y agua . No menciono la sal porque no había sal, para qué mentir…bueno, la había en tan sólo uno de los panes porque había sido amasado diez minutos antes del jolgorio. Por increíble que parezca todos han salido buenos. A las 11,30 hacía mi primera prueba de temperatura: el horno estaba demasiado caliente.
A las 11,35 los mencionados más arriba cogían dos pollos con certificado de alimentación exclusivamente vegetal y les metían de todo por la parte de atrás, limón, tocineta, tomillo, guindilla…(mejor no seguir) algo que siempre resulta divertidísimo para los más pequeños,  a saber por qué.
A las 11,40 metía dos pizzas caseras preparadas por el equipo. A las 11,50 ya nos las estábamos comiendo (así de rápidas son las pizzas a la piedra, algo que nunca ocurre en los restaurantes)  y sabían a gloria con una copa de vino tinto. A las 12 la pareja de pollos entraba en el horno para ir cogiendo color. Poco después salían para evitar chamuscamientos excesivos.
 A las 13 horas entraban los futuros panes, es decir, las porciones de masa ya inflada por efecto de la fermentación.

De vez en cuando los mojaba con un spray de agua, aunque también había una bandeja metálica con agua en el interior del horno, junto a los restos de brasa (la brasa se retira a los lados o al fondo, la chimenea se cierra y la puerta también; después con un cepillo de cerdas de coco bien empapado se barre el fondo)
A las 14,30 salían los panes y las 15h. volvían a entrar los pollos acompañados de dos bandejas más con berenjenas, pimientos y cebollas.
Y ahí se han pasado toda la tarde, asándose a fuego lento en un horno que iba perdiendo su potencia poco a poco. Los pollos y las verduras han salido ya de noche, seis horas después,  en un estado que rallaba lo sublime tanto por su aspecto como por su sabor. No han quedado ni los huesos.
Los panes los hemos comido ya a las 15h. en forma de rebanadas tostadas  en la brasa; estaban de muerte también. Y para completar la fiesta: la escalibada de verduras.
No está mal hacer comida para catorce personas y que encima haya sobrado

Recapitulando: más de 12 horas de dedicación en una mezcla ideal de trabajo y placer. 

martes, 1 de octubre de 2013

La insidiosa oruga de la col


El año pasado no planté coles para no tener que bregar con las insidiosas orugas verdeamarillas que las invaden de forma permanente. Quedé harto otros años de matar orugas, oruguitas y orugazas con la mano, todos los días hasta rendirme.
Bueno, pues este año volví a plantar, y como pueden ver en la foto las orugas volvieron a atacar. Mi empeño en no utilizar insecticidas tiene estos problemas que son comunes en todos los que practicamos la agricultura ecológica.
Les puse azufre en polvo, pero no ha dado resultado, así que hoy he vuelto a las andadas y he hecho una escabechina de orugas con los dedos. Además he comprobado que hay dos especies: la verde y amarilla, un poco pelosa, y otra sólo verde y lisa, que abunda más en las coles lombardas, pero que también ataca a las demás. Ya veremos.