Para los que no hayan oido esta palabra en la vida, o no tengan claro su significado, les mostraré, antes de nada que un caballón es esto:
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Caballón |
O sea. una hilera de tierra amontonada de sección triangular. En la foto sólo hay uno, pero lo normal en casi todos los huertos de por aquí -y de muchos otros sitios- es que tengan varios caballones y cuanto más grandes mejor, entre los cuales circula el agua haciendo eses cuando se riega por inundación.
Traigo hoy este asunto más que nada para desahogarme por las infinitas veces que me han echado en cara que no haga caballones, y por las infinitas veces que me he aguantado las ganas de mandar a la porra a los que me lo decían. Los buenos modales ante todo, pero es que no puedo más; el caballón me persigue. Cuando enseño mi huerta lo veo venir, adivino el pensamiento del paisano que inmediatamente me hostiga con un "tienes que hacer un caballón". Me quiero tirar al cuello, pero me lo trago y respondo ¿por qué? Porque va mejor -me dicen- porque es como se hace, por...Es tontería explicar que el huerto es posible sin caballón; que después del caballón hay vida. Quiá, ellos saben que no tengo ni pajolera idea; que ando perdido; que doy pena, y por eso me miran como a un pobre ignorante que les hace sentirse superiores -la incuestionable superioridad del caballón-.
Aquí el caballón es un dogma de la hortelanía y casi nadie está dispuesto a bajarse de la burra. Una vez un hortelano neófito (imaginaos los veteranos) se quedó estupefacto cuando me oyó asegurar que yo llevaba varios años cultivando hortalizas sin caballón: -Pero...¿es posible? - me soltó, mientras me miraba como a un hereje que había osado cuestionar la vieja fe de la tradición caballonesca. Es un mantra que no cesa, así que me ha tocado reflexionar sobre la razón de tan arraigada creencia echando mano de toda mi artillería conceptual. Hoy les voy a hablar de survivals y de esqueuomorfismos, términos extraños al mundo huertano, pero necesarios para salir del atolladero y del casi insondable misterio del fundamentalismo caballonero.
La técnica del caballón halla su razón de ser en el amplio contexto
de las huertas irrigadas por inundación a partir de acequias comunales y
norias. Los bancales o parcelas deben presentar una planeidad casi perfecta, para que el agua llegue lo más rápidamente a todos los rincones circulando por los surcos que hay entre los lomos de los caballones. Una ventaja añadida es que el agua alimenta a las hortalizas entrando por los laterales del caballón, algo que evita los encharcamientos y pudriciones. El mal inevitable en este caso es la rapidez con que se seca la tierra debido a la mucha superficie que queda expuesta; y el agua que se pierde al filtrarse por los surcos sin apenas efecto sobre las plantas. Por otro lado resulta difícil aplicar acolchados y moverse cómodamente entre las hortalizas sin embarrarse. Pero el caballón es necesario con este tipo de riego; eso no se puede negar.
Y ahí está el punto, que con riego por goteo o manguera no veo yo ni una sóla excusa para hacer caballones. Ni una, a pesar de lo cual muchos me marean con sus bondades, que llegados a este punto se resumen en una muy discutible: el aporcado; porque, en efecto, el amontonamiento de la tierra sujeta mejor el tallo de la planta . Si está mal plantada, añado yo.
En fín, que la cosa está clara: con riego a manguera o goteo el caballón no es más que un survival (en su acepción etnológica), es decir, un elemento cultural que sobrevive más allá de la época y las circunstancias que le dan sentido, por eso de que la cultura es esencialmente conservadora y tradicionalista. Y no hay cultura más auténtica que la agricultura [Un compañero me dijo una vez que su hermano ponía las tuberías de goteo
sobre los caballones, porque no quería ni oir hablar de plantar en
tierra plana]
Pero también es un esqueuomorfismo, palabro este que alude a todos esos vestigios ornamentales sin demasiado sentido, pero que reproducen esquemas y diseños propios de materiales y procedimientos superados en la actualidad; pongamos por caso el diseño de diligencia que tenían los primeros vagones de tren, o la textura de cesta de mimbre que tenían las primeras cestas de plástico. El caballón es un ornato primitivo allá donde el agua se administra con más racionalidad, pero su estética sigue imponiéndose de forma absurda, haciendo más costosa la gratificante tarea de cultivar hortalizas.
Ahora bien ¿cómo me defiendo yo de tanto ataque sin mostrar inquina y enfado? ¿cómo razonarle al que no ve más que lo que quiere ver? ¿por qué me pasan a mí estas cosas? ¿por qué no me dejan en paz? Quizás los caballones deberían abolirse por ley, aludiendo al bien público y al ahorro de agua. Quizás se debería obligar la práctica del acolchado para evitar evaporación innecesaria. Quizás debería exigirse un carnet de hortelano, previo examen y cursillo, para ilustrar a la parte más reacia del gremio. No lo sé, sinceramente, porque ni me gustan las prohibiciones ni las obligaciones. Pero ya está bien de caballón.
Nota: El caballón responde a tres razones fundamentales. Si es hecho a mano con azada su fundamento es la canalización del agua. Si no es por el agua puede obedecer a un simple aporcado, útil en casos muy limitados. Y en tercer lugar puede deberse al diseño de los aperos de labranza que dejan marcados los surcos.Las tres causas están en franca recesión y responden a técnicas ya superadas.