martes, 26 de marzo de 2013

yemas de flor

Veintitantos de marzo y las yemas de los frutales explotan y dan la flor.
Quizás se trate de la mentalidad agrícola que me inculcó mi padre, pero no puedo remediar disfrutar cada año de las primeras flores de frutales, cuando salen de yemas pegajosas. Si el día es cálido, calmo y lluvioso pues todavía mejor. Ahí van unas fotos del segundo turno (el primer turno fue de los almendros, albaricoqueros y melocotoneros)

Flores de cerezo abriendo

Flores de peral abriendo

Flores de cerezo temprano (burlat)

Las primeras hojas de avellano


lunes, 25 de marzo de 2013

El tamaño sí importa

Lo que voy a escribir a continuación  tiene sentido únicamente en caso de que hablemos de un huerto familiar sin ánimo de lucro, naturalmente. Es lo que podríamos llamar agricultura lúdica, pues aunque tenga su utilidad no vivimos de ella.
A muchos de nosotros cuando iniciamos nuestra andadura huertana nos asalta una duda razonable acerca del tamaño que debemos dar a nuestro huerto. Es normal, porque la improvisación marca la pauta y al principio el entusiasmo nos impide una planificación inteligente, pues queremos plantar de todo y lo de las cantidades no lo tenemos claro. El error más habitual es plantar más de lo necesario, y no me refiero a la variedad sino al número de plantones por especie. Las consecuencias no se hacen esperar: sobreproducción e imposibilidad de consumir las cosechas en el momento justo. Si lo producido admite algún tipo de conserva o congelación - en caso de que dispongamos de arcones frigoríoficos- entonces el error no es tran grave, pero en caso contrario tendremos que comer y cenar todos los días lo mismo, y es posible que acabemos aborreciendo determinadas hortalizas. La otra opción es regalar lo sobrante; quedamos bien y nuestras amistades lo agradecen; aunque a la larga no es este el camino, pues una cosa es que trabajemos nuestra huerta a gusto y disfrutemos con ello y otra cosa es que todo ese esfuerzo acabe siendo antieconómico.
Así que se impone la racionalización de recursos, aun sabiendo que la curiosidad y el placer de introducir nuevos cultivos nos obliga a disponer siempre de un espacio de reserva en los aledaños del huerto que ya tenemos en marcha.
No existe un tamaño ideal, pues depende del número de miembros de la familia, etc. Tampoco es lo mismo un huerto concebido y trabajado por  vegetarianos que un huerto para una familia omnívora. Y luego están los cultivos exigentes en metros cuadrados, como las sandías, melones, calabazas...
Pero en general, y doy fe de ello, con poco espacio es más que suficiente, y cuando digo poco digo poquísimo. Eso sí, el terreno debe estar bien estorcolado, mullido y profundo y con una estructura suelta. En ese caso la producción por metro cuadrado se dispara y es perfectamente posible aprovechar al máximo el espacio plantando las hortalizas bien juntitas. Si además se delimitan de forma fija las zonas para andar y moverse pues mejor que mejor.
Para cultivos de invierno, allá donde es posible, bastaría con 20 metros cuadrados que pueden albergar espinacas, acelgas, borrajas...En verano con 50 metros cuadrados es suficiente para tomateras, pimientos, berenjenas, judías, calabacines, pepinos...y si plantamos sandías, calabazas y melones pon otros cincuenta metros cuadrados más.
Resumiendo: el tamaño adecuado debe ser aquel que nos permita producir lo suficiente para el autoconsumo sin suponer ningún esfuerzo estresante. Ahorraremos trabajo, agua, desplazamientos ...y lo más importante: no desistiremos por hastío, ni nos agobiaremos por exceso de trabajo, que es lo que ocurrirá si cometemos el error de abarcar más de lo razonable. El sentido común dicta que los novatos vayamos poco a poco, introduciendo nuevos cultivos de una temporada para otra en función de los resultados y los conocimientos obtenidos; así siempre tendremos ilusiones nuevas y nuevos proyectos sabiendo que pisamos sobre seguro.
Ahí van algunas de mis experiencias: con quince tomateras a distancias de 30 centímetros (diez en el exterior y cinco en invernadero) nos sobran tomates; con dos matas de calabacín podemos acabar de calabacín hasta el cogote; tres matas de pepino dan para mucho gazpacho y ensalada; pimientos verdes -de los finos y alargados- nos pueden salir por las orejas con tres o cuatro matas (yo sólo pongo dos); las lechugas por tandas de veinte unidades me ocupan menos de dos metros cuadrados y no las podemos consumir todas antes de que se pasen; los pimientos de padrón no nos faltan en todo el verano con dos matas; dos plantas de sandía pueden dar hasta veinticuatro piezas, que no está mal; borrajas con dos o tres metros cuadrados sobra; rabanitos con uno; las judías verdes trepadoras no son mi fuerte porque les suele dar araña roja y me duran poco, así que no opino, pero como se conservan bien congeladas se pueden plantar unas pocas; las berenjenas que producen cuatro plantas son suficientes y requetesuficientes a no ser que queramos que se nos ponga cara de ídem;  y no sigo por no aburrir, pero creo que ha quedado claro el mensaje: si nos pasamos hacemos el primo y hacer el primo no es saludable ni en el campo.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Experimento patatero

Patatas en lecho de tierra
Hoy (20 de marzo) he sembrado patatas pontiac y otras cuyo nombre de variedad desconozco -carne amarilla y dura- pero que son muy buenas para freir según me asegura el amigo que me las ha regalado.
Pero esta siembra es un experimento patatero -en sentido literal y podría ser también que lo fuera en sentido figurado y peyorativo- pues no tengo ni idea sobre su resultado. No sólo es la primera vez que lo hago así, es que además tampoco conozco precedentes de alguien que haya sembrado con acolchado de mantillo semihecho de acículas de pino y de ciprés. He visto en otras páginas de internet patatas con acolchado de paja y hierbas secas, eso sí, y he pensado que poniendo mantillo de coníferas lo mismo funciona. Supongo que aumentará la acidez de la tierra, pero eso no tendría que ser un problema, dado que la patata prospera en tierras ácidas.


Patatas pontiac con brotes
He arado bien la tierra con el motocultor y después de hacer un lecho de tierra suelta y húmeda (sobre el que he puesto directamente las patatas cortadas) he esparcido un poco de estiércol de oveja maduro. A continuación ha ido una capa de acolchado que he asentado echando algo de tierra, y después otra capa de acolchado de mantillo y acículas secas. Previamente había marcado con cordel las dos líneas de patatas -pienso dejar el cordel para saber en todo momento dónde están las patatas hasta que nazcan-


Acolchado de acículas de conifera con algo de tierra encima
A la vista queda -como se muestra en estas últimas fotos- el bancalico de poteitos.

 Tengo que añadir que he guardado más material para seguir recreciendo el acolchado si hiciera falta. Al terminar he regado con manguera para humedecer más el lecho de tierra sobre el que descansan los trozos de patata y el propio acolchado. Si todo va según lo previsto la humedad debe mantenerse bien y las malas hierbas no tienen que salir. Ya veremos... Y desde luego seguiré informando.

Bancal acolchado
Tengo muchas dudas, pero en cualquier caso la pérdida sería pequeña porque tan sólo he puesto dos filas de unos cinco metros y medio más o menos.











Aquí, a 16 de abril he añadido más acolchado de hojas y hierba seca porque las hojas de la patata ya van asomando. La humedad debajo del acolchado se mantiene sin apenas riego.










Patatas creciendo
 Aquí ya estamos a 2 de mayo. He vuelto a reacolchar, añadiendo una mezcla de hojas y hierbas mediosecas. La fila de patatas más tardías apenas si asoma, pero las tempranas están bastante altas.

domingo, 17 de marzo de 2013

Homenaje a la borraja

La borraja es una reina desconocida en muchos lugares, pero por suerte aquí, en el Bajo Aragón, se la venera como es debido. Los hay forofos que la comen a diario de la forma más sencilla: hervida con patatas y después sal y aceite de oliva virgen. Está simplemente exquisita, y es tan fácil...sólo hay que procurar que no se pase -en cuyo caso se pone oscura y amarga de sabor- teníendola de 20 minutos a media hora, y no más. Mucha gente las limpia extrayendo largas fibras de su tallo, pero creedme, si son tiernas no es necesario. Pueden cocinarse de otras maneras, incluso hay un postre dulce hecho con su hoja. Acompaña bien otros guisos como los potajes, sin embargo sigo pensando que su mayor virtud consiste en la elementalidad de su presentación clásica hervida con agua o al vapor con patatas.
Borrajas en febrero
Cultivarlas también es muy fácil, tanto sembrando a boleo como poniendo directamente plantones con cepellón (si se tiene dónde adquirirlos, claro)
La mejor época es el final de verano y otoño, cara a los frios que las mantienen en perfecto estado y creciendo sin espigarse. Así puede uno ir cosechando borrajas hasta bien entrada la primavera.
Si se siembran en tierra bien estercolada con densidad muy elevada entonces crecen de forma escalonada: coges unas y dejas sitio y luz para que sigan creciendo otras que ahí estaban esperando su oportunidad.
Aguantan muy bien los hielos si no son extremos. O sea, que es una verdura todoterreno. También prospera en invernaderos durante los meses más frios.
Crece asilvestrada en ribazos y linderos, y no es raro ver borrajas espontáneas donde la hubo con anterioridad, sobre todo si alguna espigó y dio su fruto. Yo las he visto grandes y hermosas creciendo libres en comarcas donde ni se consumen ni se aprecian, como Tineo, en Asturias.
La borraja es una planta rústica, con aspecto poco atractivo, con unos pelos que pinchan un poco al cogerlas, al revés que las acelgas, por ejemplo; sin embargo después de cocinadas sorprende su suavidad y sabor, y no tienen competencia.
Comí borrajas por primera vez con más de 25 años, y desde entonces es mi verdura favorita.
Si no la has probado no sabes lo que te pierdes.

sábado, 9 de marzo de 2013

Elogio y refutación del caballón

Para los que no hayan oido esta palabra en la vida, o no tengan claro su significado, les mostraré, antes de nada que un caballón es esto:
 
Caballón


O sea. una hilera de tierra amontonada de sección triangular. En la foto sólo hay uno, pero lo normal en casi todos los huertos de por aquí -y de muchos otros sitios- es que tengan varios caballones y cuanto más grandes mejor, entre los cuales circula el agua haciendo eses cuando se riega por inundación.

Traigo hoy este asunto más que nada para desahogarme por las infinitas veces que me han echado en cara que no haga caballones, y por las infinitas veces que me he aguantado las ganas de mandar a la porra a los que me lo decían. Los buenos modales ante todo, pero es que no puedo más; el caballón me persigue. Cuando enseño mi huerta lo veo venir, adivino el pensamiento del paisano que inmediatamente me hostiga con un "tienes que hacer un caballón". Me quiero tirar al cuello, pero me lo trago y respondo ¿por qué? Porque va mejor -me dicen- porque es como se hace, por...Es tontería explicar que el huerto es posible sin caballón; que después del caballón hay vida. Quiá, ellos saben que no tengo ni pajolera idea; que ando perdido; que doy pena, y por eso me miran como a un pobre ignorante que les hace sentirse superiores -la incuestionable superioridad del caballón-. 
 Aquí el caballón es un dogma de la hortelanía y casi nadie está dispuesto a bajarse de la burra. Una vez un hortelano neófito (imaginaos los veteranos) se quedó estupefacto cuando me oyó asegurar que yo llevaba varios años cultivando hortalizas sin caballón: -Pero...¿es posible? - me soltó, mientras me miraba como a un hereje que había osado cuestionar la vieja fe de la tradición caballonesca. Es un mantra que no cesa, así que me ha tocado reflexionar sobre la razón de tan arraigada creencia echando mano de toda mi artillería conceptual. Hoy les voy a hablar de survivals y de esqueuomorfismos, términos extraños al mundo huertano, pero necesarios para salir del atolladero y del casi insondable misterio del fundamentalismo caballonero.
La técnica del caballón halla su razón de ser en el amplio contexto de las huertas irrigadas por inundación a partir de acequias comunales y norias. Los bancales o parcelas deben presentar una planeidad casi perfecta, para que el agua llegue lo más rápidamente a todos los rincones circulando por los surcos que hay entre los lomos de los caballones. Una ventaja añadida es que el agua alimenta a las hortalizas entrando por los laterales del caballón, algo que evita los encharcamientos y pudriciones. El mal inevitable en este caso es la rapidez con que se seca la tierra debido a la mucha superficie que queda expuesta; y el agua que se pierde al filtrarse por los surcos sin apenas efecto sobre las plantas. Por otro lado resulta difícil aplicar acolchados y moverse cómodamente entre las hortalizas sin embarrarse. Pero el caballón es necesario con este tipo de riego; eso no se puede negar. 
Y ahí está el punto, que con riego por goteo o manguera no veo yo ni una sóla excusa para hacer caballones. Ni una, a pesar de lo cual muchos me marean con sus bondades, que llegados a este punto se resumen en una muy discutible: el aporcado; porque, en efecto, el amontonamiento de la tierra sujeta mejor el tallo de la planta . Si está mal plantada, añado yo.
 En fín, que la cosa está clara: con riego a manguera o goteo el caballón no es más que un survival (en su acepción etnológica), es decir, un elemento cultural que sobrevive más allá de la época y las circunstancias que le dan sentido, por eso de que la cultura es esencialmente conservadora y tradicionalista. Y no hay cultura más auténtica que la agricultura [Un compañero me dijo una vez que su hermano ponía las tuberías de goteo sobre los caballones, porque no quería ni oir hablar de plantar en tierra plana]
Pero también es un esqueuomorfismo, palabro este que alude a todos esos vestigios ornamentales sin demasiado sentido, pero que reproducen esquemas y diseños propios de materiales y procedimientos superados en la actualidad; pongamos por caso el diseño de diligencia que tenían los primeros vagones de tren, o la textura de cesta de mimbre que tenían las primeras cestas de plástico. El caballón es un ornato primitivo allá donde el agua se administra con más racionalidad, pero su estética sigue imponiéndose de forma absurda, haciendo más costosa la gratificante tarea de cultivar hortalizas.
Ahora bien ¿cómo me defiendo yo de tanto ataque sin mostrar inquina y enfado? ¿cómo razonarle al que no ve más que lo que quiere ver? ¿por qué me pasan a mí estas cosas? ¿por qué no me dejan en paz? Quizás los caballones deberían abolirse por ley, aludiendo al bien público y al ahorro de agua. Quizás se debería obligar la práctica del acolchado para evitar evaporación innecesaria. Quizás debería exigirse un carnet de hortelano, previo examen y cursillo, para ilustrar a la parte más reacia del gremio. No lo sé, sinceramente, porque ni me gustan las prohibiciones ni las obligaciones. Pero ya está bien de caballón.

Nota: El caballón responde a tres razones fundamentales. Si es hecho a mano con azada su fundamento es la canalización del agua. Si no es por el agua puede obedecer a un simple aporcado, útil en casos muy limitados. Y en tercer lugar puede deberse al diseño de los aperos de labranza que dejan marcados los surcos.Las tres causas están en franca recesión y responden a técnicas ya superadas.

lunes, 4 de marzo de 2013

Pimientos en invernadero


Pimientos cogidos el 4 de marzo
Ya he plantado (4 marzo) tres plantitas de pimiento verde de freir y rojo, y no pongo más porque las del año pasado están echando brotes nuevos, además de pimientos - más pequeños que en verano, pero igual de buenos- y albergo la esperanza de que a partir de ahora se robustezcan otra vez las plantas y produzcan por segundo año consecutivo. Creo que la bianualidad es propia de muchas solanáceas en su hábitat natural, pero lo tengo que comprobar. Lo que he hecho es podar las ramas con peor aspecto y adecentar la planta; la he descargado cogiendo todos los
pimientos que había. También tengo una berenjenera todavía verde. Ya veremos.
(ver fotos más abajo)

Matasde pimiento verde en su segundo año

Espinacas por sobrepoblación

Espinacas en bancal profundo no elevado
Fijaos en este bancal de espinacas de apenas dos metros cuadrados y observad que están muy espesas. Pues bien, ya he cogido espinacas unas cuantas veces en el mismo lugar y ni se nota; el truco es sencillo: sembré a voleo con una densidad de semillas impresionante, de tal manera que nacieron tan juntas que parecía un manto verde. El procedimiento habitual es separarlas bastante para dejarles espacio, pero para mí es un error. Lo que yo hago es poner estiércol en la tierra para que no les falte alimento, y una vez brotadas no las aclaro. Ocurre que no pueden crecer todas a la vez con lozanía, pero siempre hay unas que crecen más que otras. Cuando ya van teniendo un tamaño considerable las recolecto de forma que cogo una de aquí, otra de un poco más allá, como si fuera una gallina picando, y voy dejando espacio a las que nacieron pero quedaron como en estado de letargo. Luego repito la operación cada cierto tiempo, y ni se percibe que coge uno espinacas, porque siempre hay otras más pequeñas que ocupan el lugar de las cortadas, y así lo que tengo es un criadero intensivo de espinacas en un espacio mínimo. Mirad como son las que he cogido hoy (la variedad es Gigante de Invierno), una bolsa grande hasta arriba, y dentro de unos días más.

Espinaca gigantede invierno recién cogida
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Ecologismo vs hipocondría

Casi todos los amantes del huerto ecológico nos consideramos ecologistas, unos más integrales y otros menos, pero ecologistas al fin y al cabo. Ahora bien, las razones que damos pueden proceder de distintas sensibilidades. Los he visto que defienden la vida de cualquier bichito como si fuera sagrada, aunque me pregunto por qué no incluyen también en esa defensa la vida de los microorganismos tipo virus, bacterias, etc; incluso me pregunto si no tendrán ciertas dudas sobre el daño que causan a las mismas hortalizas cuando las cortan o se las comen. Respeto todas las posturas, pero no comparto las más extremas, ya que sobrepasan el ámbito de la agricultura sana y la defensa del medio, acercándose más a una postura religiosa que a otra cosa. Es más, a veces creo que algunos, en vez de ecologistas lo que somos es hipocondriacos, es decir, nos preocupa nuestra salud primero y la del planeta después. Por lo menos yo soy de esos que abominan de la química y sus efectos perjudiciales para la salud. No tengo inconveniente alguno en utilizar determinados productos como el azufre o el cobre cuando sé que su eliminación y limpieza es sencilla, o simplemente cuando entiendo su inocuidad. Distingo en todo momento la diferencia que hay entre mojar con preparados químicos un fruto que se va a comer o un árbol en invierno. Y aunque evito siempre los insecticidas y herbicidas reconozco que lo hago también por la aversión que me produce la manipulación de estas sustancias. Comparto la idea general de que la agricultura ecológica restituye los equlibrios que la agricultura química produce, pero también me pongo en el lugar del agricultor que vive de su trabajo y depende de la producción a gran escala. En definitiva, creo que la solución ahora mismo no es fácil, y seguiré siendo un ecologista hipocondriaco por el placer de saber lo que me como, y porque conozco los abusos de la agricultura convencional, pues los he sufrido en mis propias carnes. Además, vivo en una zona especialmente proclive a los pesticidas y herbicidas, incluso entre pequeños hortelanos, siempre con su mochila fumigadora a cuestas. Y luego dicen que sus productos son naturales y verdaderos por el simple hecho de que los crian ellos, como si lo que venden en las tiendas fuera de plástico. Sospecho que la producción a gran escala es a veces más segura que la de algunos particulares sin escrúpulos ni conocimientos; y me fio menos de lo que me dan algunos paisanos que de lo que venden en las fruterías, de verdad.