lunes, 4 de marzo de 2013

Ecologismo vs hipocondría

Casi todos los amantes del huerto ecológico nos consideramos ecologistas, unos más integrales y otros menos, pero ecologistas al fin y al cabo. Ahora bien, las razones que damos pueden proceder de distintas sensibilidades. Los he visto que defienden la vida de cualquier bichito como si fuera sagrada, aunque me pregunto por qué no incluyen también en esa defensa la vida de los microorganismos tipo virus, bacterias, etc; incluso me pregunto si no tendrán ciertas dudas sobre el daño que causan a las mismas hortalizas cuando las cortan o se las comen. Respeto todas las posturas, pero no comparto las más extremas, ya que sobrepasan el ámbito de la agricultura sana y la defensa del medio, acercándose más a una postura religiosa que a otra cosa. Es más, a veces creo que algunos, en vez de ecologistas lo que somos es hipocondriacos, es decir, nos preocupa nuestra salud primero y la del planeta después. Por lo menos yo soy de esos que abominan de la química y sus efectos perjudiciales para la salud. No tengo inconveniente alguno en utilizar determinados productos como el azufre o el cobre cuando sé que su eliminación y limpieza es sencilla, o simplemente cuando entiendo su inocuidad. Distingo en todo momento la diferencia que hay entre mojar con preparados químicos un fruto que se va a comer o un árbol en invierno. Y aunque evito siempre los insecticidas y herbicidas reconozco que lo hago también por la aversión que me produce la manipulación de estas sustancias. Comparto la idea general de que la agricultura ecológica restituye los equlibrios que la agricultura química produce, pero también me pongo en el lugar del agricultor que vive de su trabajo y depende de la producción a gran escala. En definitiva, creo que la solución ahora mismo no es fácil, y seguiré siendo un ecologista hipocondriaco por el placer de saber lo que me como, y porque conozco los abusos de la agricultura convencional, pues los he sufrido en mis propias carnes. Además, vivo en una zona especialmente proclive a los pesticidas y herbicidas, incluso entre pequeños hortelanos, siempre con su mochila fumigadora a cuestas. Y luego dicen que sus productos son naturales y verdaderos por el simple hecho de que los crian ellos, como si lo que venden en las tiendas fuera de plástico. Sospecho que la producción a gran escala es a veces más segura que la de algunos particulares sin escrúpulos ni conocimientos; y me fio menos de lo que me dan algunos paisanos que de lo que venden en las fruterías, de verdad.

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